Nos colgamos la mochila al hombro y emprendimos un viaje hacia tierras bastante desconocidas para mí. Pakistán, un país poco explorado y con una riqueza cultural inmensa. Todo me asombraba: sus casas, su gente, los autobuses de colores repletos de personas... un país aparentemente sin reglas, pero con una profunda influencia religiosa.
Fue un tremendo golpe de realidad. Niños de apenas 3 años vendían flores en la calle para conseguir algo que llevarse a la boca. Me di cuenta de lo privilegiada que soy, y eso me causaba un gran malestar. Todo me parecía una enorme injusticia. Durante todo el viaje también visitamos India y Nepal, en todos los países experimenté muchas contradicciones y quise capturar con mi cámara la dureza de esta sociedad global. No pretendo cambiar el mundo; sería muy ingenuo pensar eso, pero si deseo generar conciencia a través de la fotografía.
Cuando viajo, prefiero evitar los sitios turísticos, ya que no reflejan la verdadera esencia de un país y su cultura. En su lugar, me inclino por explorar el otro lado de la moneda. Me interesa lo imperfecto, lo incorrecto, los suburbios y la decadencia. Me adentro en lo marginal: las prostitutas, la comunidad transexual, los yonkis y las chabolas. Esta búsqueda de lo auténtico y lo oculto me permite hallar historias poderosas y visualmente impactantes, revelando la profundidad y complejidad de la condición humana.